2.08.2011

Juegos de Placer

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(Boogie Nights, EE.UU., 1997)
Dirige Paul Thomas Anderson
Con Mark Wahlberg, Julianne Moore, Burt Reynolds
Dura lo que dura dura, unos 45 años

En esta ocasión, querido lector, repasaremos los constantes problemas de ser un hombre muy vergón, situación conocida por muchos de ustedes. Situación conocida por algunos de ustedes. Situación compartida por dos que tres. Les voy a contar qué se siente vivir como yo.

Eddie Addams era un chavito medio güey que nomás no la armaba en la escuela y su mamá no lo quería porque era borracha (lo cual no la hacía peor madre, como cierto Presidente al que tampoco dejan en paz), digamos que sólo era bueno para dos cosas, para rapear (como su exquisito Good Vibrations lo demuestra) y para follar. Sin embargo, no es que alguna de las dos le estuviera dando de comer así que ya mejor sólo era vago y trabajaba en un club nocturno, donde conoce a un director de filmes eróticos y a su IT girl, la Chica Ruedas. En un casting improvisado, el joven Eddie resulta ser toda una luminaria frente a las cámaras, por lo que consigue un contrato y la fama inmediata porque digamos que tenía una tercera pierna.

Ahora que es la estrella más brillante del firmamento triple equis, Eddie decide cambiar su nombre por Dirk Diggler, lo que viene siendo como el penecito excavador si es que Ud. no maneja el idioma 2.0. Así, acompañado de otro muchacho que también trabaja en la actividad física vigorosa, se hace de una serie de cintas de acción y amor heterosexual (ay ya sé...), consigue mucha pasta y se compra un coche deportivo y una casa. Sin embargo, con la fama y la fortuna también llegan los problemas, especialmente porque Dirk ya se cree el muy muy, no le satisface seguir siendo marioneta de su productor, Burt Reynolds y cae gordo. Incluso se enoja con la tipo novia de éste último, una bellísima madura muy bien conservada, de pezones rosados y energía ilimitada, quien había tomado algo así como el rol de su madre para darle cariño, protección y labios vaginales cada que fuese necesario.

Total que ya todos lo están pasando muy mal porque pues son los 80s, nadie se escapa de un buen susto. Dirk renuncia e intenta lanzarse como cantante del synth rock, pero no le alcanza para pagar su demo y se tiene que ir a drogar con sus amigos. Como es comprensible, en uno de aquellos festines de drogas duras se les ocurre la genial idea de embarcar al rey de las drogas duras, un medio-oriental (del Medio Oriente, no medio achinado) de buen gusto musical y amante de los asiáticos menores de edad, un tipazo que les abre las puertas de casa para recibir el medio kilo de cosa que le quieren vender, pero la maña les gana y uno de los chavos se la hace de a pedo. Todo sale mal, pero Dirk escapa. Como ya neta no tiene un peso para comprar chicles, se autoemplea en una PYME muy de su estilo, va a lugares donde los chavos buena onda buscan hacer amistades en el coche. El pedo es que de tanto chemo ya no se le para el tilín, por lo que recibe una merecida madriza por hacer perder el tiempo al respetable.

Herido en el ego, el espíritu y la cara, Dirk regresa con el director y le pide ayuda y perdón, está seguro que pueden regresar a los buenos tiempos de trabajo ameno, sobre todo porque el viejo director ahora tiene que hacer cochinadas en video donde lo único importante son grandes tetas, no grandes momentos de fantasía y actuación como antaño, aunque casi casi inventó el porno interactivo tipo Broke Straight Guys o Bi Latin Men, recomendabilísimos. Así, la historia finaliza cuando Dirk, su madre adoptiva y Chica Ruedas están a punto de rodar una nueva cinta, con el rabo mejor puesto que nunca y la determinación de todo un hombre de verdad.

Boogie Nights traduce las rápidas satisfacciones de la sociedad post industrial a través de un recorrido por la vida y obra de un artista, su entorno, su pito y sus obstáculos. Si bien es cierto que una persona no vale por cuanto le mide el pene, la verdad también es que es más mejor tenerlo grande que tenerlo mínimo, aunque esta dicotomía social también conlleva a una serie de enredos cuando de aquélla protuberancia depende nuestra estabilidad. En el caso de Dirk, que era un tripié, se trataba de su estabilidad en un amplio rango de posiciones. Aguas con las drogas, aguas con el sexo sin amor, aguas con el complejo de Elektra y aguas con las mentiras, que envenenan el corazón y matan cachorritos.

Siempre suyo... Roi.

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