México, 1984
Con María, la india; Carmen Montejo, el Púas y un tigre
Dura 103 minutos **
Querido lector, seamos honestos en aquello de las fantasías de cama y los pensamientos impropios. La verdad, yo he pensado mucho tiempo lo padre y potencialmente satisfactorio, dentro de lo enfermo y hedonista de ello, que sería tener un hermano gemelo. ¿Pero qué pasa cuando dos angelitos son separados desde la tierna infancia y las condiciones socioeconómicas y de acento lingüístico no son propicias para la concreción de tal perversidad? Una dura historia y la lucha sobre el destino es lo que le depara a la india. María.
Juana es una joven autóctona como de San Juan Copala o algo así, que llega a la gran ciudad con la única intención de saber del paradero de su madre y su hermana, a quienes no ha visto en unos 30 años. La única referencia que tiene de ellas y su paradero le sería indicada por la Piquitos del Oro, una señora que posiblemente fue roomate de su madre cuando ésta llegó al De Efe por primera vez.
La vida en la selva de concreto, como es de todos sabido (de todos los que ahí viven porque toda esa gente que llega de sus rinconcitos se piensa que es venir y ya la armaste), es muy difícil, el dinero no crece en los árboles y los gemelos no salen a ver si te encuentran, ps ¿ni que fueras quién? Total que la treintona folklorista conoce a un apuesto vendedor de camotes quien la enamora con 10 pesos de tortillas y una lata de chiles, él quiere ser su novio ya que no pudo ser alguien en la vida aunque sí lo intentó, pero ella no está dispuesta en detener su búsqueda por placeres superficiales y la prueba de amor. Así, le cuenta la historia de cómo fue todo: su tata le confiesa en el lecho de muerte que su madre y hermana no estaban muertas como así le aseguró años atrás, sino que se fueron a la capital y no volvieron jamás. Juana jura que las encontrará para repartir a Chana, su hermana, la herencia del viejo borracho y mentiroso: un puerco, dos totoles y no sé cuántos costales de maíz.
Ahora más convencido de que Juana es la mujer indicada, Rosalío, el camotero, se ofrece a ayudarla pues su carrito de los postres los puede llevar a distancias más allá de lo imaginable. Así, descubren que una afamada y venida a menos actriz de opereta, que va por la vida como Piquito de Oro, está en la ciudad con una horda de musicos de mercadillo que intentan revivir su carrera una vez que pasan desapercibidos en la Madre Patria. ¡Ahora es cuándo! María recorre la ciudad en su búsqueda sólo para estar a pocos metros de la Piquitos pero peripecias ocasionan que nunca se encuentren. Sin embargo, la señora Piquitos viaja con su hija, la gran Emilia Falcón, cantante de gran abolengo y con rasgos tan parecidos a Juana que da miedo, pero eso Juana no lo sabe aunque nosotros sí, porque es una película.
El día que Juana conoce a doña Picos, aunque de lejitos, aprovecha una presentación en vivo de algo así como el Hoy de hace 25 años (el programa, no la realidad espacio/tiempo actual), pero en lo que es considerado una de las más horribles y crudas escenas en la historia de la filmografía de fin de siglo, un tigresito se aterra de una explosión que ocurre justo a su lado y persigue a todos en el set, doña Piquitos pierde la peluca, el grupo pierde un cantante por un trauma craneal severo y Juana pierde las enaguas, pero sí consigue identificar a la mujer que habrá de darle razón de su familia extraviada.
El ex esposo de Emilia, quien se ofrece a ser parte de su vida luego de siete años de separación, se encuentra despechado ante la actitud fría y estóica de aquella, lo que ocasiona un arranque de ira que le lleva a manipular su secuestro, pedir el rescate en joyas y mudarse lejos con sus putillas y mucho dinero. Pero cómo es el destino de chistoso que sus chacales confunden a Juana con Emilia, así que secuestran a nuestra amiga que es como de San Juan Atenco o algo así. Afortunadamente, el área de tuneado de autos que escogen como guarida tiene lo necesario para que Juana logre escapar, llega hasta una construcción, se sube al monta cargas, la dejan caer dentro de un tambo de unos 10 metros, se pelean con los obreros, se sientan en el anafre y salen del área de construcción, lo que permite a Juana escapar sin un rasguño (visible).
Al fin nuestra heroina que es como del Istmo o algo así consigue llegar hasta el hotel donde se hospeda la Sra. Piquitos del Oro y su hija Emilia, se topa con la primera y la obliga a confesar qué fue de su familia una vez que es reconocida como la hermana extraviada de aquella chiquilla mugrosita de hace 30 años. La verdad fue que la madre de Juana era la sirvienta de la Picos, pero es atropellada por una combi y los finos señores adoptan a la sirvienta bebé, entonces llamada Luciana o Chana para los cuates. Al llegar Emilia a su camerino y ver a su clon de La Alameda en domingo, rompe en llanto pues se entera también de cuál es su origen humilde y bastardo. Pero su corazón tiene un destello de bondad y le regala a Juana un collar de diamantes para que lo venda (ay aja, como si una indita pudiera vender un collar y no acabar presa en el intento) y use el dinero en algo productivo, pero Juana, toda buena onda y ante los hijos de su hermana que han llegado de repente y de la nada, decide ocultar la situación y sale del lugar con el corazón roto y a los brazos de lo único que le queda, Rosalío, a quien en realidad ni quiere pero peor es chile y el agua lejos.
Ni Chana ni Juana es un tratado del maltrato animal y la segregación racial, los personajes se funden un una dicotomía común de las grandes urbes: dime qué tienes y te diré quién eres, córrele que te alcanzo y Dios aprieta pero no ahorca. Juana resulta el ejemplo macabramente perfecto del racismo y clasismo de una sociedad donde es más fácil vivir en ghettos que cultivar respeto o maíz. Del tigre podemos comprender el miedo a los fuegos artificiales porque si te caen en la cabeza se te cae el pelo, una simbología inequívoca de los Estados en vías de industrialización porque... bueno, creo que no es necesario explicar lo evidente.
Siempre suyo... Roi.
** No hay tráiler pero les dejo el final.
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