(One Hundred and One Dalmatians, EE.UU., 1961)
Dirige Clyde Goronimi y otros dos
Voces de Rod Taylor, Cate Bauer, 101 dálmatas angloparlantes
Dura 79 minutos
Hubo una época que en casa vivieron como 10 perros, nuestro mayor problema no era que los quisieran robar en el nombre de la alta moda (de la de verdad, no las nacadas del D-Fashion) sino que no se peleaban al comer sus tazones de vena y bofe. Pero en el caso de la sociedad londinense de los años 60, la cosa no era así de simple.
Roger era un trovador que vivía consigo mismo y su perrito Pongo, pero no era gay. Un buen día, Pongo, harto de la falta de sexo en su miserable existencia y temeroso porque Roger cada vez le echa ojos más indiscretos, decide ir de paseo con su amo a buscar a una linda can y su ama frondosa, turgente y flexible, para el chico. Así ven pasar a varias parejas de mujer/perra con distintos puntos a favor y en contra, unas de cara muy larga, unas gordas y arrugadas, unas más jipis, otras definitivamente lesbianas y fans del bestialismo, pero cuando está a punto de darse por vencido y comprarse unos poppers, divisa a Anita, una bella chica de minúsculo talle y su perra Perdita (Durango), dálmata también como el varonil can. Como ellos se gustan, buscan la forma de enredar sus cadenas y poner a Roger y Anita frente a frente, lo que le causa una erección al chico y ella, muy liberal, se muda a su flat.
Días (Porfirio) después de la boda, Perdita se-alivia de 15 cachorritos aunque uno le sale muerto y lo tiran. Llega entonces una ex compañera del cole de Anita, una distinguida dama de sociedad y buen vestir, como Talina Fernández, llamada Cruella De Vil, quien está en el negocio de la moda y se enamora de los cachorritos y sus finas pieles, obviamente porque se quiere hacer un abrigo de lo más chic, pero los dueños, que no entienden nada de nada, se niegan a venderlos porque Ay pobrecitos y Ay los perritos. Cruella, así, decide contratar a dos buenos para nada que deben ir a hurtar a los animalillos y desprenderles la piel aún vivos, para que ésta no se tense demasiado y sea siempre suave y calientita para los duros inviernos. Los roban, la PGR no investiga por falta de evidencias y todos quedan tristes.
Pero Perdita que es bien chimolera se pone en contacto con los perros de la cuadra, los pobres que viven (o sobrevivien con restos de comida podrida) en las calles así como los vecinos de Soho, todos aúllan como desquiciados para saber si alguien sabe algo de los perritos robados. Un par de perros viejos y mañosos sí escucharon de los cachorros, que están resguardados en un almacén de perros finos, donde Cruella ya dio órdenes para que los despellejen cuanto antes porque siempre sí se abrió una averiguación previa y porque ya es octubre, no vaya a ser. Los padres, enterados del paradero de sus primogénitos, se escapan de su hogar a buscarles, dejando a Roger y Anita sumidos en la frustración de un matrimonio sin hijos ni mascotas, dejándoles ver quién es aquél que vive con ellos, lo cual les da asco.
Cuando llegan, Pongo y Perdita muerden a los buenos para nada que siguen sin obedecer y tienen a los animales aún vivos, pero confinados y a punto de morir de la asfixia, porque el agua para escaldarlos aún no hierve. Sin embargo, mientras los dos perros rabiosos (de enojo, no de enfermedad) enfrentan a los captores, los perros chismosos ayudan a los pequeñitos a salir del lugar, nomás que ya no son 15 sino un chingo más porque pues el abrigo es grande, Cruella es una mujer alta y muy delgada, realmente atractiva. Total que todos escapan y Cruella los persigue en su automóvil, los caninos infames se disfrazan con lodo de labradores, pero la nieve limpia sus deliciosas patitas blanco con negro, lo que provoca que la señorita De Vil de un volantazo para volver tras ellos, sin embargo las calles están congeladas y ella no usaba el cinturón de seguridad, por lo que muere al instante, desangrada y con su propia piel desprendida por el tallón que se da contra el asfalto.
A los animales no les importa y regresan a casa, donde Roger y Anita ya se olvidaron de ellos porque por fin consigue un hitazo el hombre de la casa, se vuelven ricos y se mudan.
Los 101 Dálmatas nos relata una cruel historia que ejemplifica los vicios del capitalismo y los DON'Ts de la moda. A pesar de que Cruella representa a la mujer moderna, quien trabaja por su cuenta y enfrenta al mundo que insiste en ver primero en ella a una diosa de belleza, cuando por dentro también es una destacada feminista, los horrores de la sociedad patriarcal salen a relucir con la mayor de sus hostilidades: la mujer nunca puede vestirse con lo que prefiera porque siempre ha de ser objeto de juicio de terceros. Por otro lado, también nos habla de la imperiosa necesidad de castrar a los animales de compañía, evitar el sufrimiento de una perra pariendo a 15 bastarditos y las eventuales complicaciones desde las infecciones vaginales y la eterna ironía de los fetos nonatos.
Siempre suyo... Roi.